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02 febrero 2012

Tequila al amanecer


UNO DE MIS PRIMEROS CUENTOS AL INICIO DEL PRESENTE SIGLO, AL INICIO DE LA DECADA PASADA.

“Una vez más gané.” Exclamó José arrojando las cartas sobre la mesa, “Esta noche no van a poder ganarme.”  Jaló la botella de tequila y se la empinó, la tequila se le escurrió por los pocos pelos de la barba, le entró por la camisa para refrescarle la panza.”
Los tres lo miramos disfrutar su victoria por enésima vez en la noche. Afuera el frío se paseaba entre los árboles; hasta habían caído copos de nieve, eso había dicho Melesio, quien se estuvo asomado largo rato por la ventana antes de que nos llevaran las cartas, la tequila y un par de velas. Ya ni sentíamos el frío, la tequila nos lo había quitado y las velas hacían lo suyo espantando el frío que entraba por la ventana.
Hacía años que los cuatro no jugábamos, las prisas nos traían de un lado para otro, no nos dejaban ni concentrarnos, ni un ratito para dormir. Días enteritos con el hambre en espera.
“Juguemos otra vez.” Exclamó Raúl acomodando las cartas.
Como olvidar a ese Raúl, no pues ni como, esposo de una de mis hermanas. De Elizabeth, la más grande de las ocho y la segunda más grande de los catorce hermanos, no pues ni como olvidarlo. Si él fue el que me metió en estos caminos de la vida, yo que era el más trabajador de todos. Él fue el que l que me dijoabajador de tod que era el m para dormir.r de velasque me dijo que solo esto me iba a dejar para vivir bien, yo me la creí toda, estaba bien escuincle cuando él me lo dijo. Tendría unos quince o dieciséis años.
Sólo teníamos que bajarlo del caballo, amarrarlo y quitarle los becerros. ¡Ah! Pero no, este le enterró el machete abajito de la ultima costilla. Sólo vi el chorro sangre que salió. Hasta del miedo me quedé parado, ahí me quedé viéndole los ojos vidriosos de muerto que tenía. Ya después de eso me seguí con él todo un año por los caminos, sólo iluminados por la luna. A ese Raúl pues ni como olvidarlo, verlo ahí sentado todo flaco, espulgándose la nariz cuando no se rasca la cabeza.
“Una vez más, creo que traigo la suerte aquí pegada a un ladito y como si de repente me diera codazos en las cosillas.” Dijo José.
Pues tampoco ni como olvidar a José, a éste lo conocí de muy niño. Le rebané la cara con una piedra cuando lo vi salir del corral con una de mis gallinas. Que me lo mido desde la cerca y que le chiflo , ¡ah! Cuando volteó, madres, en el mero hocico. Ya después el me rompió la cara en la escuela, pero no se llevó mi gallina copetona; que por cierto que rica estuvo esa gallina, me la pasé chupándole los huesos toda la tarde.
A él no lo miré en todo el año que anduve con Raúl, hasta que caí a la prisión. Ahí lo encontré como con veinte kilos menos y todo mal dormido. Para mi suerte salimos el mismo día de la cárcel y ahí nos anduvimos casi tres años de un lado a otro, robando aquí, robando allá y un día, sin querer le solté un balazo a uno. No pues nada más vi como se retorció, al final quedó boca abajo, mientras el cuero se me enchinaba, ni como olvidarlo. Fue su culpa, para que sacaba el machete si José no traía arma y pues que le meto uno atrasito de la oreja.
A ese José lo dejé después de que me robó un dinero, le dije que yo no andaría con esas compañías y mejor que me jalo a Melesio. El hijo de mi hermana, él desde hacía rato andaba pobreteando, pues que le digo y que me dice que sí, juntos anduvimos un puño de años, casi unos ocho, pero nos fueron matando de uno por uno. Después de tanta muerte solo sobramos él y yo, como en un principio. Anduvimos un poco más escondidos pero que nos agarran, lo bueno que solo nos culparon de tres robos y solo nos dieron trece años, hace como cuatro meses que nos liberan, se sintió bien bonito andar afuera de nuevo.
“Otra vez gané, si les digo que .” José agarró la tequila y le dio el último trago.
Después de varias horas el sol se comenzó a asomar a lo lejos. José dormía en la cama de piedra, se la había ganado jugando. Raúl en la mesa, agachado sobre las cartas, Melesio se había pasado la noche asomado por la ventana como esperando darle la bienvenida al sol.
Aquí me encuentro recargado en la reja, hace un rato saqué una de las botellas que habían sobrado de la noche, le doy un trago hondo, escucho como la puerta se abre, son los soldados.
“Primero el gordo.” Dice uno de ellos, también tomaron tequila toda la noche.
Desde la ventana Melesio no parpadeó ni un momento, después regresaron por Raúl y al final por Melesio al que tuvieron que rajarle la panza para que se muriera.
Desde la ventana los veo a todos colgados mientras me termino la tequila, ya escucho los pasos allá afuera en el pasillo.
             Octavio Gómez Ledesma
  Septiembre de 2001.

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